Somos “Unidad Educativa América”, institución católica del cantón Quevedo, que ofrece a los niños y jóvenes una educación de calidad, acorde a los principios de la Pedagogía Marista y a las innovaciones psicopedagógicas actuales; formando buenos cristianos y virtuosos ciudadanos capaces de demostrar en todos los ámbitos las habilidades socio-emocionales y cognitivas adquiridas, en procura de una sociedad justa, equitativa y solidaria.
Nuestra Visión
La Unidad Educativa América del cantón Quevedo, en el año 2025 será reconocida en el contexto local y nacional por la Excelencia Académica, el Estilo Pedagógico Marista y la vivencia de Valores Evangélicos, relacionados con los estándares e indicadores de calidad y acreditada con los más altos rangos de la Educación Ecuatoriana.
Valores
INSTITUCIONALES
La Unidad Educativa América, consciente de la responsabilidad social que tiene, asume la formación en la práctica de valores como uno de los ejes más importantes del proceso educativo.
Desde las perspectivas del Evangelio, todo valor aparece como una expresión específica del amor, que se adecua a las diversas situaciones humanas. Promover los valores es humanizar y humanizar, es la tarea misma de la educación, los valores constituyen un elemento central de la educación para la vida. Desde esta óptica consideramos los siguientes:
Estamos atentos a lo que le sucede al prójimo y nos comprometemos para ayudarle en la medida de nuestras posibilidades.
“Defendemos los derechos de los demás y al tomar decisiones estamos atentos a las necesidades y las circunstancias de las personas”. Compartimos nuestros bienes, tiempo, conocimientos y cualidades sin esperar recompensa.
Este valor expresa uno de los rasgos propios de la educación de inspiración marista. Se funda en la convicción de que la confianza surge del conocimiento mutuo entre las personas.
Son exigencias de este valor el desarrollo de la capacidad de escuchar, el esfuerzo por conocer en profundidad la singularidad del otro y la disposición de tiempo para relacionarse con calidez y espontaneidad. Implica conocer integralmente al estudiante y acompañarlo en las diversas facetas de su vida: el estudio, el tiempo libre, el deporte, la cultura y los grupos de pertenencia. Implica además un estilo de atención prudente, firme y exigente.
Este valor es un rasgo identificador que motiva e inspira las actitudes y labores formativas de nuestra institución. María es expresión de amor a Dios y a la vida, es modelo de mujer, esposa y madre. Su persona encarna la fidelidad, la entrega generosa, el cuidado por cada uno, la confianza y la sencillez. En el diario vivir de la Unidad educativa Marista se hace referencia permanente a su persona, a fin de imitar su actitud maternal, su paciencia y su respeto por el ritmo de crecimiento de cada uno. Se tiene presente a María en la oración, en la liturgia, en los espacios físicos y en todas las actividades que se desarrollan.
A la luz de este valor se reconocen y promueven diversas instancias de animación y participación que ofrece nuestra institución. Cada persona es invitada a formar parte de la obra educativa marista y a aportar con generosidad los dones y talentos que dispone. Ello supone que cada uno reconoce el ámbito propio de sus atribuciones y se compromete de manera activa y responsable en su desempeño. En el ejercicio de las labores que son encomendadas, cada uno promueve la búsqueda del bien común, armonizando las necesidades e intereses personales e institucionales.
Hacemos nuestro el pensamiento de Marcelino Champagnat “para educar a los niños hay que amarlos y amarlos a todos por igual” Educamos a niños y jóvenes bajo esta concepción del amor que implica reconocer y aceptar al educando tal cual es y no como nos gustaría que fuera, porque sólo conociendo y aceptando sus valores y sus defectos, sus aptitudes y sus carencias propenderemos a potenciar y desarrollar los primeros y a corregir y a enderezar los segundos. Inherente a este valor están el respeto y responsabilidad valores que sustentan las relaciones humanas con dignidad y profundidad.
En nuestra institución la inclusión es un enfoque que responde positivamente a la diversidad de las personas y a las diferencias individuales, entendiendo que la diversidad no es un problema, sino una oportunidad para el enriquecimiento del proceso enseñanza- aprendizaje y por ende de la vida escolar, coadyuvando así a la construcción de una sociedad con igualdad de derechos, dignidad y deberes básicos en las interrelaciones personales.
En nuestra institución la inclusión es un enfoque que responde positivamente a la diversidad de las personas y a las diferencias individuales, entendiendo que la diversidad no es un problema, sino una oportunidad para el enriquecimiento del proceso enseñanza- aprendizaje y por ende de la vida escolar, coadyuvando así a la construcción de una sociedad con igualdad de derechos, dignidad y deberes básicos en las interrelaciones personales.
Promovemos la equidad como valor primordial en las relaciones interpersonales, pues nos permite trazar acciones dirigidas a aumentar y fortalecer la igualdad entre los seres humanos para construir sociedades justas. Esto supone que más allá de cualquier diferencia racial, sexual, cultural, psicológica, generacional o de cualquier otro tipo, «todas las personas tenemos en común el hecho de ser humanos, razón por la cual nadie es más humano que otro, ni tiene más derecho que otro a vivir humanamente».
Ser sencillo implica ser y manifestarse tal cual uno es, auténtico, sin doblez. Animamos a nuestros estudiantes para que adopten la sencillez como un valor para sus propias vidas, animándoles a ser ellos mismos en cada situación, a ser abiertos y sinceros, y fuertes en sus convicciones, cargados de un dinamismo espontáneo y generoso que invita a lanzarse, entregarse y colaborar. A la SENCILLEZ añadimos HUMILDAD Y MODESTIA componiendo así el símbolo de las tres violetas de la tradición marista: Dejando que Dios actúe a través de nosotros y “haciendo el bien sin ruido”.
Este valor es un aspecto distintivo del carisma educativo marista y son expresión de ello el cumplimiento del deber, la responsabilidad, la laboriosidad, la constancia y el sentido práctico. Desde esta comprensión del valor adquiere dignidad, sentido y profundidad el esfuerzo que pone el hombre en la realización de sus tareas, así como la postergación de la gratificación inmediata. Este valor da sentido a la adquisición de métodos y hábitos de trabajo, la valoración del tiempo y el empleo de los bienes y recursos disponibles.
Nuestro espíritu de familia encuentra su modelo en el hogar de Nazaret. El gran deseo y la herencia del Padre Champagnat es que nos relacionemos los unos con los otros como miembros de una familia que se ama. Todos han de sentir que están en casa cuando vienen a nosotros. En la institución debe prevalecer el espíritu de acogida, aceptación y pertenencia, de manera que todos se sientan valorados y apreciados, cualquiera que sea su función o posición social.
Este valor lleva inherente que educadores y alumnos interactuemos como personas respetuosas de la libertad de los demás, creando un clima de diálogo que favorezca la libre expresión, pensando por sí mismos y actuando por propia convicción, relacionándose en una sana convivencia.
Principios
PERFIL DEL EDUCADOR MARISTA
Practica la misión de maestro con auténtica vocación de servicio.
Demuestra formación científica, tecnológica y humanística, con predisposición para la innovación, investigación y gestión.
Actúa como persona sensible, democrática y pluralista que escucha, acoge y orienta.
Desarrolla el proceso de interaprendizaje, aplicando innovaciones metodológicas y las nuevas tecnologías de la información y la comunicación.
Se identifica y compromete con los postulados de la institución marista.
Los docentes dan testimonio de vida a sus estudiantes desde la praxis de la propuesta pedagógica, además de establecer pautas que conduzcan a una buena convivencia y solidaridad desde el desarrollo de cada una de las áreas de formación. Se propone que en las reuniones de área se dedique un espacio permanente para estudiar y reflexionar documentos relacionados con la filosofía Marista que permitan conocer, comprender y vivenciar los principios del carisma de formación.
El educador marista es una persona equilibrada, responsable, crítica, creativa, dinámica, constante, comprensiva y alegre. Está capacitada para trabajar en equipo y sabe armonizar fe, cultura y vida. Acepta la filosofía Marista, la asimila y transmite a través de la palabra y el ejemplo, se identifica con ella y con la institución a la cual representa.
Diagnostica, planea, desarrolla, ejecuta y evalúa sus propias necesidades de aprendizaje.
Sigue el ejemplo de Jesús y de María, vive su vocación con espíritu de fe, trabaja profesionalmente con sentido apostólico, se compromete en el desarrollo integral del ser humano y revitaliza la comunidad educativa a la que pertenece con su aportación personal.
Vivencia los principios de la Filosofía Marista.
Motiva al estudiante no solo en la parte académica, sino los valores de convivencia como el respeto, la responsabilidad, puntualidad, tolerancia.
Entusiasma con su vocación y la considera como una expresión de fidelidad a Dios y de servicio al prójimo:
Ama a sus estudiantes porque “para educarlos bien hay que amarlos”.
Transmite, con su ejemplo y su palabra, el sentido de Dios y el valor del hombre, así como el amor y el respeto por todo lo que Dios ha creado.
Despierta, realza y promueve la fe en sus estudiantes y los conduce “a Jesús por medio de María».
Mantiene relaciones estrechas con sus estudiantes mediante la “pedagogía de la presencia”; trata de influir en ellos más con el ejemplo que con la palabra.
Dialoga y crea un clima de confianza y fraternidad; promueve la responsabilidad de cada uno, los enseña a pensar, a enjuiciar los acontecimientos de cada día y los mantiene abiertos a la realidad de un mundo en constante mutación
Genera espacios de aprendizaje innovadores.
Vive en proceso de continua renovación; adopta los medios, métodos y técnicas más acordes con las necesidades del momento, siguiendo en ello la tradición legada por Marcelino Champagnat.
Conserva e impulsa los proyectos planteados por la comunidad.
No busca el protagonismo como medio de exaltación personal sino que, a ejemplo de María en su relación con Jesús, se pone con humildad y sencillez al servicio de sus alumnos para lograr de ellos un desarrollo integral.
Diseña proyectos académicos relacionados con el contexto actual.
Actualiza sus conocimientos a nivel de estrategias, creatividad, acciones y métodos para fortalecer los desarrollos pedagógicos.
Desarrolla procesos de seguimiento académico, social y formativo que favorezcan la autonomía y la autogestión en los estudiantes.
Actúa como orientador o mediador del proceso de aprendizaje.
Integra sistemáticamente Internet y otras TIC al desarrollo de las competencias críticas esenciales que conduzcan a la utilización efectiva de la información.
Prepara, domina y asimila nuevos ambientes de aprendizaje mediados por TIC.
Da testimonio de vida para sus estudiantes desde la praxis de la propuesta pedagógica, además de establecer pautas que los conduzcan a una buena convivencia y solidaridad desde el desarrollo de cada una de las áreas
PERFIL DEL EDUCADOR MARISTA
El educador marista es una persona equilibrada, responsable, crítica, creativa, dinámica, constante, comprensiva y alegre. Está capacitada para trabajar en equipo y sabe armonizar fe, cultura y vida. Acepta la Filosofía Marista, la asimila y transmite a través de la palabra y el ejemplo, se identifica con ella y con la institución a la cual representa.
El educador marista sigue el ejemplo de Jesús y de María, vive su vocación con espíritu de fe, trabaja profesionalmente con sentido apostólico, se compromete en el desarrollo integral del ser humano y revitaliza la comunidad educativa a la que pertenece con su aportación personal.
El educador marista acepta, vive y transmite los valores humanos y cristianos. Está comprometido en la transformación de la sociedad en la que vive, mediante la promoción de la justicia y de la paz, y asimila los valores culturales del medio en el que se desenvuelve.
El educador marista se entusiasma con su vocación y la considera como una expresión de fidelidad a Dios y de servicio al prójimo:
Ama a sus estudiantes porque “para educarlos bien hay que amarlos” (San Marcelino Champagnat).
Transmite, con su ejemplo y su palabra, el sentido de Dios y el valor del hombre, así como el amor y el respeto por todo lo que Dios ha creado.
Despierta, realza y promueve la fe en sus estudiantes y los conduce “a Jesús por medio de María» (San Marcelino Champagnat).
Mantiene relaciones estrechas con sus estudiantes; mediante la “pedagogía de la presencia” trata de influir en ellos más con el ejemplo que con la palabra.
Dialoga y crea un clima de confianza y fraternidad; promueve la responsabilidad de cada uno, los enseña a pensar, a enjuiciar los acontecimientos de cada día y los mantiene abiertos a la realidad de un mundo en constante mutación.
El educador marista es una persona bien preparada, tanto religiosa como profesionalmente. Vive en proceso de continua renovación; adopta los medios, métodos y técnicas más acordes con las necesidades del momento, siguiendo en ello la tradición legada por Marcelino Champagnat.
El educador marista no busca el protagonismo como medio de exaltación personal, sino que a ejemplo de María en su relación con Jesús, se pone con humildad y sencillez al servicio de sus alumnos, para lograr de ellos un desarrollo integral.
El educador marista demuestra inteligencia emocional.
El educador marista está implicado en el diseño, desarrollo y evaluación del Proyecto Educativo Institucional.
Conoce nuestra aula virtual
Moodle es una herramienta de gestión de aprendizaje, o más concretamente de Learning Content Management, de distribución libre, escrita en PHP.